¡Hola, Des! ¿Qué tal? Hoy te traigo una propuesta enorme, mayúscula, grandiosa… o mejor dicho, gigante. Pues sí, porque nos vamos a conocer La Calzada del Gigante (Giant’s Causeway). Nombre sugerente, ¿eh? Aprovechando mi viaje de senderismo por las dos Irlandas, no quise desperdiciar la ocasión de recorrer este enclave tan mágico, reconocido como Patrimonio Mundial de la Unesco en 1986, y por supuesto compartirlo contigo.
Estamos en la parte más septentrional de Irlanda del Norte y aquí no hay perdida: tengo coche de alquiler y nos movemos por la costera Causeway Road hasta el número 44 (bien indicado).
Hay un aparcamiento al aire libre al lado del Centro de Visitantes, que en teoría es sólo para las personas que adquieran la entrada para visitarlo y disfrutar de otras comodidades (12,50 libras esterlinas adultos y 6,25 niños = 14 y 7 euros, respectivamente; admisiones diarias de 9 a 18 horas).
Pero ten en cuenta que acceder directamente a La Calzada del Gigante y zonas adyacentes es ¡gratis!, si se hace por un pasillo que hay justo al final del aparcamiento y de la parte construida de dicho Centro. En cuanto al parking oficial, no hay barreras ni tickets, así que yo dejé allí el vehículo sin problemas, entre otras cosas porque en las alrededores fue imposible encontrar plazas habilitadas. Una vez resuelta esta cuestión logística, empieza la esperada visita.
Hay varios caminos señalizados con colores, y el azul es que el conduce al nivel del mar hasta La Calzada del Gigante, por un camino asfaltado en su primer tramo (1,2 kilómetros en total, según la web oficial). Tras pasar una primera cala, en la siguiente se encuentra este paisaje ¡tan increíble!
Sí, la sorpresa es doble por ver la gran cantidad de columnas basálticas, que se cuantifica en ¡40.000!, y por sus caprichosas variaciones de alturas y formas (sobre todo hexagonales).
De verdad que es flipante y otro maravilloso regalo de la naturaleza. Y con la consiguiente precaución, se puede caminar sobre estas rocas, disfrutando además de esa variedad que te comentaba, no se hace para nada un sitio repetitivo (más bien adictivo para los sentidos). Y es justo en este instante de relax y deleite, cuando igual te preguntas por su origen ¿no?
Bien, la versión oficial cuenta que La Calzada del Gigante se creó hace de 50 a 60 millones de años (que se dice pronto), como consecuencia de colisiones volcánicas. Pero a mí me encanta la versión de cuento, la leyenda, que habla de un gigante irlandés conocido como Finn McCool, que tenía un enemigo escocés de grandes dimensiones, Benandonner. Durante sus enfrentamientos, se tiraban enormes piedras y se acabó constituyendo este camino entre sus respectivos lugares de residencia.
La mejor parte llega cuando se dice que la esposa de Finn lo vistió de bebé, y cuando su rival lo vio, huyó despavorido al pensar que si el niño tenía ese tamaño, cómo sería el padre… Divertida historia ¿verdad?
Igual piensas que con este gran espectáculo visual se acaba la visita, pero esto no ha hecho más que comenzar. Por el sendero continuamos apreciando La Calzada del Gigante en sus distintas manifestaciones, y a la derecha nos protege una preciosa línea montañosa. Toca subir unos metros para seguir gozando de este enclave tan salvajemente atractivo y ahora el protagonismo es para unos órganos (de ver, no de tocar…).
Esta primera ruta llega a su fin con una valla de ‘prohibido el paso’ por las malas condiciones del camino y el riesgo de desprendimientos.
No pasa nada, media vuelta, y después de unos metros se puede ascender todavía más por los llamados Stepherd’s Steps, que en resumen son 162 escalones (coge impulso).
En lo alto, a mano izquierda, uno se engancha con el sendero amarillo (2,9 km.), que te lleva a una dimensión totalmente diferente de La Calzada del Gigante.
Estamos rodeados de hierba, con animales pastando, sin perder la vista que vamos por la parte alta de los acantilados (vistas de infarto), con atractivos geológicos como el denominado anfiteatro o las chimeneas. Esta dirección tiene Hamilton’s Seat como último hito.
De nuevo, hay que dar la vuelta hasta conectar con el camino rojo (3,2 km.) que desemboca en el Centro de Visitantes de La Calzada del Gigante. Aquí el contratiempo llega desde el cielo, porque lo que empieza siendo una lluvia fina, se convierte en un buen palo de agua y acaba incluso con microgranizo. ¿Un mensaje de los Gigantes?
Por cierto, curioso final al margen del tiempo, puesto que uno termina este camino rojo yendo sobre el inclinado techo del Centro…
Y ya que estamos, vamos a ponerle la guinda a esta jornada tan especial. A unos 13 kilómetros de La Calzada del Gigante, hallamos un complemento perfecto.
En el 119a de Whitepark Road, aparcamiento gratis y entrada de 9 libras (10 euros) para hacer otro sendero de 1,6 kilómetros, que nos lleva al puente más famoso de Irlanda del Norte: Carrick-a-Rede Rope Bridge (el nombre tiene su miga).
Traducido, hablamos de 20 metros de longitud y ¡30 de altitud!, y oye, da su impresión al atravesarlo, aunque sin exageraciones.
Un puente que te deja en la pequeña isla de Carrick-a-Rede y que fue construido, de acuerdo con la web oficial, en 1755 por pescadores de salmón. No quiero imaginar cómo sería cruzarlo entonces… Un lugar idóneo para el avistamiento de aves y se dice que también de cetáceos (aunque yo no pude ver ninguno); sí me puedo quedar con el fantástico color del mar y con las sugerentes cuevas de esta bella costa.
Espero que te haya gustado la nueva ruta desinquieta en Irlanda del Norte y si has estado en La Calzada del Gigante o en Carrick-a-Rede Rope Bride, espero que compartas tu experiencia con un comentario. ¡Hasta pronto, Des!