Actualizado: 23 septiembre, 2018
¡Buenas noches, Des! Reconozco que me encanta experimentar a la hora de comer, probar de todo y cuando más exótico, aún mejor. Por eso, mi olfato desinquieto reparó en un nuevo restaurante llamado El Gato Negro, en Santa Cruz de Tenerife (hace tiempo se llamó El Gallo Rojo, ¡curiosa afición a los animales y los colores!). Sé que el nombre no invita al optimismo, pero la carta se impuso a la superstición: no sólo me permitió curiosear con mi estómago, sino también viajar, otro placer vital, sin moverme de su barra.
La propuesta del local incluye platos de corte oriental, con origen en Japón, Tailandia o Corea, sin descuidar alguna fusión con México. Y además, al ser muchos de estos platos de formato pequeño o medio, pude combinar una degustación más variada. No te asustes por los nombres, allá vamos: de primero, me tomé un Kakoda, que traducido es atún con leche de coco, soja, ajo, jengibre, zumo de naranja y de limón (8,50 euros); mézclalo bien porque si no pierde parte de su esencia, muy rica por cierto.
¿Me sigues? De ahí me lancé a por un Bao Bun, los bocadillos chinos, con langostino enchiplotado (3,50 euros) ¡Delicioso con ese puntito picante! Cogí el mapa-menú y decidí continuar hasta Vietnam, con unos clásicos Nems, esta vez rollitos de carrillera, y su tentador mojo de 3 hierbas (4,50 euros). ¡Ah! Que me olvidaba, a todas estas acompañé la cena con la primera cerveza china que degusto, una suave Tsingtao (2 euros). Y como colofón, no podía faltar un postre, y puestos a desinquietar aposté por el Helado de Sésamo Negro (3,50 euros). ¡Me encantó!
Con una sonrisa, y sin ningún jet lag, acabé este primer gastroviaje asiático, con pequeña escala mexicana. ¿Te apuntas al próximo?