Actualizado: 22 septiembre, 2018
¡Hola, Des! Subir al Parque Nacional del Teide es una de las terapias que más paz me da (sin apagar mi desinquietud, por supuesto). No me canso de ir y de sorprenderme con matices nuevos en cada visita. ¿Cómo pudo crearse algo tan maravilloso? En realidad, da lo mismo… el caso es que lo tenemos y hay que disfrutar de este regalo de la naturaleza al máximo (y conservarlo). Además, me gusta hacer senderismo y allí encuentro muchas opciones para practicarlo. Y te voy a confesar una de mis preferencias, la ruta de Samara (la número 13; subiendo por la carretera desde el municipio de Guía de Isora, y antes de llegar a las Narices del Teide -me encanta el nombre-).
¿Que Samara te suena a Rusia? Ya, con razón; es una ciudad rusa de más de 1 millón de habitantes. Pero es que tenemos la versión tinerfeña, bastante más minimalista, y créeme que es lo más parecido a sentirte como un extraterrestre (dejemos el verde y las antenitas a un lado…). Lo digo por la hermosura de su paisaje, con una bella gama de tonalidades y una predominancia abrumadora del suelo negro, y por el hecho de que al estar más aislado en la carretera del Parque Nacional, lo puedes recorrer sin apenas encontrarte con nadie. ¡Qué puntazo poder evitar las masificaciones!
En poco más de una hora y media, podrás tener unas vistas de lujo de varios conos volcánicos, más el propio Teide y Pico Viejo, y si el día está despejado, se convierte en un mirador privilegiado como mínimo de La Gomera. Por supuesto, sin dejar de admirar una vegetación característica de un lugar tan particular como Samara. Es un recorrido circular, aunque con bifurcaciones hacia algún otro destino, como Cuevas Negras, y el terreno no supone gran dificultad. ¿Quién puede pedir más?
Pues yo te voy a decir más.
Por ejemplo, una de las grandes curiosidades que me encontré en este trayecto de Samara. Tienes que fijarte muy bien para apreciar que a medio camino hay… ¡¡una tortuga!! Como lo lees. Quedó bautizada como la Tortuga del Teide. Pero, no te asustes, no es un animal vivo. Eso sí, y la fotografía no miente, está tan bien hecha con piedras, incluidas las retículas del ‘caparazón’, que da el pego por completo. Se trata de una anécdota que alegra, aún más, este increíble paraje. Y te doy una última recomendación, de momento. Si aprovechas y subes una tarde, llévate algo de picoteo y una copita para el vino (siempre que no tengas que conducir).
Cruzando la carretera, al otro lado del aparcamiento donde empieza la ruta de Samara, podrás ver un increíble atardecer si el día acompaña. A mí, me acompañó hasta el punto de que también se contemplaba parte de La Palma y de El Hierro, además de La Gomera. ¡Vaya espectáculo para los sentidos! A tu salud va este brindis, Des. ¡Nos reeencontramos muy pronto! Continúa disfrutando del verano más desinquieto que puedas.
Con una sonrisa enorme, me despido de Samara hasta la próxima ruta… ¡Anda que no nos quedan por compartir!